No existe hombre con fuerza suficiente como para someterte a sus deseos,
pero sí lo bastante necio como creer que puede.

Con 414 páginas y una llamativa cubierta por parte de Eicinic, además de unos preciosos detalles interiores, la sinopsis de la obra es la siguiente:
«El código pirata castiga con la muerte a aquel marinero que ha cometido un acto de deslealtad. Taryn es una traidora a ojos del mundo, por lo que se ve obligada a huir de todo lo que conoce, y a refugiarse en la Isla Latrones, para vivir en el anonimato y convertirse en una persona completamente diferente. Cuando el pasado vuelve en su busca después de una larga espera, debe asumir su deshonrosa reputación para hacer justicia y conseguir el perdón que tanto necesita.
Para ella, no poder navegar es sinónimo de muerte en vida, pero enfrentarse a sus actos tampoco es fácil. Menos aún si estos desencadenan su peor pesadilla.
Un mítico tesoro, un sueño de juventud, una venganza personal y treinta y un días para llegar a una isla evanescente marcarán el rumbo de su navío para demostrar que es una verdadera pirata».
Narrada en primera persona por nuestra protagonista, Taryn, la historia transcurre en el océano y en los treinta y un días que tarda la tripulación en alcanzar la isla evanescente que se menciona en la sinopsis. Treinta y un días en los que Trayn aprenderá mucho más de sí misma de lo que ella cree en un principio, como que el perdón que más necesita es el suyo propio y que existe un grupo de personas a las que puede llamar familia.
El mundo construido por Andrea, a pesar de los tintes de ficción histórica, es un mundo de fantasía en el que existen las islas mágicas y los monstruos marinos, pero, como ya estamos acostumbrados en estas historias, de nuevo el peor monstruo con el que nos encontramos es un ser humano.
Como ya he adelantado, llegué a este libro por los piratas, un tema del que no creo que me canse nunca, pero me quedé en ella por los personajes. Unos personajes con sus defectos, sus miedos y sus pesadillas. Porque ni Taryn, ni Tharses, ni Xenia, ni siquiera el pequeño Jim, son perfectos, y eso los hace más humanos y los convierte en gente que se te mete muy dentro y a los que no puedes echar por más esfuerzos que hagas.
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