martes, 26 de junio de 2018

El Imperio del Sueño

Los monstruos no sólo te visitarán en sueños. Y las peores pesadillas no suceden mientras duermes.

El Imperio del Sueño es la última apuesta de Nocturna y Laura Tárraga. Publicada en 2018, consta de 306 páginas y unas ilustraciones preciosas hechas por Cecilia García, que nos permiten conocer a las dos protagonistas: Leiza y Shoana.

Esta es la sinopsis:
«Hace miles de años que la humanidad ha perdido la capacidad de soñar. En su lugar, ha averiguado cómo extraer los sueños de los pocos que aún consiguen hacerlo para venderlos al mejor postor o prefabricar cápsulas a un precio más asequible. Y en el principado de Zephanis se concentra una de las mayores redes de tráfico de sueños del mundo.
Shoana es una ladrona con un pasado sombrío y un presente miserable en la zona baja de la ciudad; Leiza, una célebre soñadora con un porvenir brillante y una vida llena de comodidades. Los caminos de ambas se entrelazarán cuando, una mañana, Leiza descubra que su peor pesadilla se ha hecho realidad: ha dejado de soñar a tan sólo unos días del acontecimiento más importante del año: la competición de El Imperio del Sueño».

Narrada en tercera persona, la historia se va adentrando en los pensamientos de diferentes personajes, llegando a adentrarse en aquellos en los que nunca nadie debería entrar. Se trata de una distopía en la que lo más terrorífico es lo menos fantasioso. La historia se aprovecha de esa distopía para hacerse eco de los mayores miedos de nuestro presente.
Se trata de una lectura amena y de extensión asequible, escrita de forma magistral para mantener la intriga y la tensión, que a pesar de ese componente de thriller no pierde la magia de ese futuro recóndito.

Al tratarse de una novela independiente, no quiero hablar más sobre ella. Sólo quiero deciros que debéis leerla, no sólo porque pasaréis un rato entretenido y a menudo agradable, sino porque aprenderéis mucho de todo aquello de lo que la gente nunca quiere hablar.


Y deciros, de nuevo, que las pesadillas más terroríficas no las viviréis mientras dormís, porque, efectivamente, los monstruos no sólo os visitarán en sueños.
La sociedad está plagada de monstruos.
Y ahora, además, les dejan salir a la calle.
Libres.
Como héroes de guerra.
Como ejemplos a seguir.

Pero no nos gusta vivir con miedo.
Ya estamos hartas de tantas pesadillas.






jueves, 21 de junio de 2018

El corredor del laberinto

Hacía mucho, mucho tiempo que no me encontraba con una disparidad tan brutal entre una saga de libros y su correspondiente saga cinematográfica.

El corredor del laberinto es la última trilogía distópica de moda. Está escrita por James Dashner, y publicada originalmente en inglés en 2009, 2010 y 2011. A España llegó de la mano de Noemí Risco Mateo y Nocturna en 2010, 2011 y 2013. Las ediciones y reediciones en español son en rústica, rondan los 17€ el tomo y las podéis encontrar probablemente en cualquier biblioteca. La trilogía consta de 1463 páginas (524 + 490 + 449) que se leen de forma muy amena.
Respecto a los títulos originales casi no tengo ninguna queja: The Maze Runner, The Scorch Trials y The Death Cure. La traducción es literal en el primer y en el tercer libro. En cambio, el segundo libro yo lo hubiera traducido más como Las pruebas de la Quemadura. Y ya entenderíais más tarde por qué.

La sinopsis del primer libro es la siguiente:
«Bienvenido al Claro. Verás que una vez a la semana, siempre el mismo día y a la misma hora, nos llegan víveres. Una vez al mes, siempre el mismo día y a la misma hora, aparece un nuevo chico, como tú. Siempre un chico. Como ves, este lugar está cercado por muros de piedra… Has de saber que estos muros se abren por la mañana y se cierran por la noche, siempre a la hora exacta. Al otro lado se encuentra el laberinto. De noche, las puertas se cierran… y, si quieres sobrevivir, no debes estar allí para entonces.
Todo sigue un orden… y, sin embargo, al día siguiente suena una alarma. Significa que ha llegado alguien más. Para asombro de todos, es una chica.
Su llegada vendrá acompañada de un mensaje que cambiará las reglas del juego».

Para mi sorpresa, la historia está narrada en tercera persona, focalizada en el protagonista, Thomas. El planteamiento inicial es ligeramente parecido al de otras sagas distópicas del estilo: un grupo de chicos jóvenes encerrados en el Claro, rodeados del Laberinto. Estos chicos luchan, más que por sobrevivir, por salir de ese lugar. Y, sobre todo, por recuperar sus recuerdos, que les fueron arrebatados antes de encerrarles allí. El Laberinto que rodea al Claro está habitado por Laceradores, unos monstruos de pesadilla cuya única función en su vida artificial es la de perseguir y matar a los clarianos. Y la única función en la vida de los clarianos es la de recorrer cada día el cambiante Laberinto para desentrañarlo y poder huir de él. Pero, con la llegada de la chica, Teresa, todo se va a pique: hay que salir de allí como sea.
En realidad, detrás del Laberinto se esconde algo mucho más turbio de lo que podría parecer en un principio. Todas estas sorpresas del segundo y del tercer libro (de los que no quiero hablar) son la verdadera distopía. Cuando atas hilos y lo descubres TODO, te das cuenta de lo aterradoramente real que es. ¿Quién iba a decir que el Laberinto iba a ser el menor de sus problemas? Y hasta aquí puedo leer.
Y lamento deciros que las sorpresas a las que me refiero sólo podréis encontrarlas en los libros, porque la adaptación cinematográfica es tan dispar que resultan dos obras absolutamente diferentes.

¿Lo malo? Se trata de una de estas historias a las que estamos tan acostumbrados: la relación heterosexual de turno. Son historias en las que aparece un romance heterosexual absolutamente forzado, casi sin sentido, cuando todo hubiera sido mucho más fácil con un romance más creíble. Pero es que este romance más creíble se hubiera producido entre el protagonista y su amigo. Hombre. Y todos sabemos que eso sólo pertenece a la literatura de género LGTBI+, porque no es algo normal que podría pasar en cualquier otra historia.

Pese a todo, la historia merece mucho la pena. Es gratamente sorprendente, con unos giros de guion imprevisibles y, sobre todo, muy absorbente.
Además, la jerga utilizada por los clarianos es de las mejores cosas que me han pasado este año en el ámbito literario.