sábado, 23 de mayo de 2020

Momo

Esta es la otra cara del trabajo académico más importante para mí (hasta la fecha), un trabajo que, por la otra cara, tenía a Roald Dahl y a Matilda. Está siendo el trabajo más complicado y más bonito que he hecho nunca, una investigación que, aunque agotadora, me parece fascinante.

Conocido por La historia interminable, Michael Ende también es el autor de Momo. El escritor alemán creó esta grandísima obra en 1973, con la que ganó el premio Deutscher Jugendbuchpreis en 1974, un premio alemán a obras destacadas de literatura infantil. Se convirtió en una novela tan importante que, en España, la traducción de Susana Constante forma parte de Alfaguara Clásicos.
Pero, como ya os esperabais, Momo no es una obra de literatura infantil. Momo forma parte de la truculenta historia de la literatura juvenil. Pero todo eso forma parte de una investigación sin terminar de la que, si tenéis paciencia, algún día os hablaré.

No es una obra larga ni corta, sus 255 páginas son suficientes y necesarias. Con ilustraciones hechas por el propio Ende, el título completo de la historia es Momo o la extraña historia de los ladrones del tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres.
Como mi tomo es antiguo y carece de sinopsis más allá de esta frase, me fui a la página de la editorial en su búsqueda, pero además de tener un error, no me parece una sinopsis digna de una obra así. Por tanto, esta vez seré yo quien os cuente de qué va la obra.

Momo es la historia de una niña, una niña que se hace llamar Momo, pues nadie sabe bien de dónde ha salido. Vive en las ruinas de un viejo anfiteatro y tiene un montón de amigos gracias a su don: saber escuchar. Y es que todo aquel que le cuenta sus problemas a Momo, encuentra una solución o, al menos, el bienestar.
Pero, un día, unos seres extraños empiezan a apoderarse del tiempo de los hombres. Parecen hombres, pero no lo son: son grises como la ceniza, su misma voz lo es. Todo el que se cruza con ellos, acaba olvidando su experiencia y cae en sus redes. Pero Momo no. La niña, con su forma de vida y su habilidad, es la única que se acuerda de ellos cuando todo el mundo ha sucumbido ante su amenaza.
Y tendrá que viajar más allá del tiempo para salvar a sus amigos y devolverle el tiempo a los hombres.

Momo es una obra con una prosa preciosa. La narración es delicada y suave, llena de juegos y belleza. Es una alegoría casi poética de una civilización que ha perdido lo más importante: el tiempo y, con él, las ganas de vivir. Porque la necesidad de "ser alguien" nos hace sacrificar un tiempo muy valioso, un tiempo que, aunque logremos nuestros objetivos, nunca recuperaremos.

Es el carpe diem, la necesidad de vivir el momento. De recuperar las ganas de jugar, disfrutar y divertirnos.
De recuperar al niño que un día fuimos.

La costumbre de catalogar como literatura infantil libros protagonizados por niños hace que obras como esta pasen desapercibidas por los adultos. Pero cometemos un error: ni la literatura infantil es solo para niños, ni todas las obras protagonizadas por niños son estrictamente infantiles: el error cometido al clasificar obras como El Principito o El niño con el pijama de rayas lo demuestran.
La literatura juvenil es mucho más que obras dirigidas a jóvenes. Me faltan muchos años de investigación para dar una respuesta clara a la pregunta "¿Qué es la literatura juvenil?", pero de momento sí que puedo deciros que hay obras juveniles que están dirigidas a un público adulto. Momo es una de esas obras: un niño puede disfrutarla, un joven apreciará la belleza y un adulto aprenderá algo que no sabía que necesitaba aprender.

Pero estas son las reflexiones de alguien que está intentando sacar algo en claro de un trabajo, así que no hace falta que me toméis muy en serio. Ni siquiera yo sé muy bien lo que quería deciros, tan solo divago. Y os dejo mis divagaciones por si alguna vez tienen sentido.

Unas últimas palabras:


No olvidéis al niño que un día fuisteis, lo necesitáis para enfrentaros a vuestro yo futuro.

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